8 jun 2011

EL TROMPO - JOSE DIEZ CANSECO

Autor:   JOSE DIEZ CANSECO
José Diez Canseco Pereyra (* Lima, 6 de octubre de 1904 - † 4 de marzo de 1949), escritor y periodista peruano. Se le considera precursor del realismo urbano en el Se educó en el colegio de los “Padres Jesuitas”, el cual abandonó antes de terminar sus estudios para iniciar su carrera literaria en Barranco, ciudad donde vivió varios años como empleado de una oficina de cable

En 1929 logró viajar en el crucero de verano en un barco de la Armada, experiencia que lo puso en contacto con los hombres del mar. De este viaje nació su personaje “Gaviota”, relato costumbrista cuya publicación lo situó entre los más veraces escritores de su generación.

Este relato y el “Kilómetro 83” constituyeron, luego, la primera edición de “Estampas Mulatas”, enriquecidas después con una serie de nuevos cuentos entre los cuales figuran algunas piezas maestras como El Trompo.

A la caída de Augusto Leguía viajó a Europa, donde residió tres años. En diciembre de 1932 lo sorprendió en París la noticia que “La Prensa de Buenos Aires” había premiado uno de sus cuentos entre 13.000 concursantes.

A su regreso de Europa participó vehemente en el periodismo y la política, acaso con perjuicio de su verdadera vocación novelística que probó en “Duque”, corrosiva y brillante crítica de la oligarquía de su país.

Ya dominaba los elementos de una técnica simple, pero vigorosa, y planeaba sus verdaderas obras cuando, a mitad de su libro “El Mirador de los Ángeles”, la muerte lo sorprendió una mañana de verano de 1949.

En sus obras muestra escenas de la vida cotidiana en Lima y otros parajes costeños y emplea el lenguaje popular de un modo bastante novedoso.

Su obra más conocida, la novela Duque (1934), sobre la vida de un miembro de la élite limeña, es señalada como precedente de Un mundo para Julius de Alfredo Bryce Echenique. Otros títulos suyos son los libros de cuentos Estampas mulatas (1938), El mirador de los ángeles (1974) que incluye "Las Urrutia", y Suzy(1979).


RESUMEN DE "EL TROMPO" DE JOSE DIEZ CANSECO
El tesoro del protagonista del relato es un trompo, hermoso y pulido, hecho de naranjo al cual le había adaptado un clavo filoso y brillante como las espuelas de los gallos de pelea de su criadero.

Aquel trompo era el orgullo de “chupitos”, y los muchachos de la cuadra lo sabían, sobre todo Carmona el líder de la gallada, quien lo retó taimado a la “cocina”, “un juego que consiste en ir empujando al trompo contrario hasta meterlo dentro de un círculo, donde el perdedor tiene que entregar el trompo cocinado a quien tuvo la habilidad rastrera de saberlo empujar”.

El fuerte de “chupitos” eran los “quiñes”, muchas veces su pulido trompo de naranja y afilada punta había abierto en dos a su contrario y é l nunca se permitió una burla.
Apenas la sonrisa presuntuosa que delataba el orgullo de su sabiduría en el juego.

Ahora retado a ese juego zafio de empujones, quedaba en desventaja ante Glicerio Carmona
El jefe, quien imponía, a la “cocina” a su contendor porque estaba seguro de ganar en ese campo infame, sin gallardía de destreza, sin arrogancia de fuerza, como anota el narrador, que en tercera persona recrea el lance que hirió con certera estocada el orgullo de zambo en el momento que su tesoro estaba encerrado en el círculo que lo condujo a las manos codiciosas de Carmona.

La pérdida del trompo sirve al narrador de puente perfecto para retroceder a la vida de “chupitos” y adentrarse en la intimidad de su casa el día de su nacimiento en el callejón de Nuestra Señora del Perpetua socorro. En aquella fecha un incendio por poco arrasa las casuchas, debiendo Aurora su madre, salir en brazos de Demetrio su padre, recién parida como estaba, para no ser consumida por las llamas. Una hermana del papá había sacado al chiquillo medio envuelto en una sabana.

Después, ante el temor de lo que el susto hubiese podido causarle la leche depositada en los senos de Aurora, “chupitos” había sido entregado a una vecina para que lo alimentara. De este modo se había iniciado la vida del zambo que, no transcurrido mucho tiempo sufriría un revés todavía peor. Aurora “zamba engreída había salido un poco volantusa y le era infiel a Demetrio, su marido.
Uno de los días en que regresó tarde del mercado, cae en la cuenca de que no puede continuar engañando a Demetrio y aprovechando que él sale en busca de una amiga de la mujer (Juana rosa) con quien ella dijo haber estado hablando, Aurora recoge alguna ropa y huye dejando a su hijo, aún muy pequeño, sumido en el pánico y el llanto.

Con la certeza de haber sido burlado, Demetrio regresa en busca de Aurora para cobrarle con violencia su afrenta, pero solo encuentra al lloroso zambo que desde la oscuridad le responde se fue, papacito.
La venganza de Demetrio Velásquez no ocurrió aquella noche, pero si algunos días después, y aquel acto de hombre ofendido que apalea una buena ley a quienes lo burlaron, lo lleva a la cárcel.

Según se desprende del relato, Aurora muere a causa de los golpes recibidos y quien pago el pato fue el pobre “chupitos” que se quedo sin madre y con el padre preso, mal consolado por la hospitalidad de la tía, la hermana de Demetrio, que todo el día no hacía si no hablar de Aurora.
El lance entre “chupitos” y Carmona sirve al narrador para presentar el conflicto paralelo de la infidelidad de aurora y las funestas consecuencias del engaño.

La marga experiencia de su familia deja en el zambo una enseñanza: “mujeres con quiñes como si fueran trompos, ¡ni de vainas¡ luego los trompos debían tener quiñes…No , nada de lo que el hombre posee, mujer o trompo -juguetes- podía estar maculado como nadie ni nada.

Esta visión machista del mundo, explica la actitud del niño, que al igual que su padre lo hiciera con su mujer y el amante, fraguó su vergüenza contra Carmona.
Con tres reales pedidos con vehemencia a Demetrio compro un trompo nuevo, lo pulió como al perdido y lo armó con un clavo filoso que le hizo sangrar la palma de la mano al momento de la prueba. Con sagacidad consiguió que Carmona aceptara jugar a los “quiñes”:”el trompo que ahora tenia Carmona, el trompo que antes había sido de “chupitos” se chanto ignominiosamente: en sus manos jamás se habría chantado! Y allí estaba, entupido e inerte, esperando que las púas de los otros trompos se cebaran en su noble madera de naranjo. Su nuevo juguete se encargo de abrir en dos el vientre de su antiguo orgullo.

No seria para el ni para nadie: ¡los trompos con quiñes, como las mujeres, ni de vainas! Al final, el zambo abandona ambos trompos, el nuevo y reluciente instrumento de su vergüenza que era preciso eliminar. la narración de el trompo esta matizada con giros del habla local de Lima, que dan al encuentro un sabor y un ritmo particulares. Ambos conflictos, el del niño y el del padre, se resuelven de modo radical, pero no abrupto. la solución es premeditada así en principio la ira dominase los actos iniciales: era preferible perder definitivamente trompo y mujer, que conservarlos llevando el lastre de la vergüenza sobre las espaldas varoniles.

Cuando “chupitos” abandona los dos trompos sobre la arena en la que en la que había lavado su honor, deja también atrás la infancia. Comienza a hacerse hombre entendiéndolo que pare bien o para mal le enseñase su padre con actos, mas que con palabras. Podría decirse que el niño asume una manera de ser hombre, la que le ofrece el espejo paterno, macho honorable que lava con sangre la burla a su hombría. El zambo reproduce un modelo, repite la historia y va aprendiendo a luchar solo a enfrentarse a sus propios conflictos, a resolverlos sin ayuda de nadie, solo por la sutileza de su ingenio criollo o por la pujanza viril de sus puños palomillas.

El lance del trompo no es más que una metáfora de la vida; una vida regida por una ley que no es siempre justicia. Así como la zamba Aurora no seria mas ya de Demetrio, nunca seria el suyo (de “chupitos”) ese trompo malamente estropeado ahora por la ley del juego que tanto se parece a la ley de la vida.

Cabe resaltar en este relato, no solo el valor estético de una escritura definida y depurada, sino la penetración del espíritu de sus personajes y la perfecta asimilación del alma infantil encarnada por el protagonista de una historia cuya interpretación el lector debe desentrañar a partir de sus propios elementos. Diez Canseco es uno de los más criollos escritores peruanos. En su obra se reúnen vivacidad, malicia e ingenio para mostrar con sardónicos visos a una sociedad limeña inconsciente y descontextualizada.
 

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